domingo, 30 de octubre de 2016

Los lugares de la muerte en el mundo prehispánico nahua


Dentro de la cosmovisión nahua prehispánica, existían cuatro lugares donde iban a morar los muertos. Uno de estos mundos era el Mictlan, gobernado por Mictlantecuhtli, el señor de los muertos. El otro lugar era el Tlalocan, el lugar de Tlaloc. Otro más era Tonatiuh Ichan, morada donde residía Huitzilopochtli. El último de estos lugares era Cincalco, regido por Huemac

Mictlan
En este lugar iban los que morían de muerte natural o de enfermedades que no tenían ningún carácter sagrado, sin importar su género o clase social. Para que el difunto descendiera al Mictlan,  tenía que realizar un recorrido está constituido por etapas con diversos obstáculos. El Mictlan lo constituía dos montañas que chocaban una con otra y amenazaba con apresar a los que pasaban. También existía un camino custodiado por una serpiente y un lugar habitado por una enorme lagartija verde conocida como Xochitonal. Había también siete páramos y siete collados. Tras superar todas estas etapas,  el difunto llegaba después al Itzehecayan, un lugar donde soplaban vientos de obsidiana. Se decía que este lugar era tan frío y sus vientos tan "cortantes", que destruía todo lo que el muerto pudiera llevar. En esta travesía acompañaba al difunto un pequeño perro de pelo rojizo, el cual tenía un hilo de algodón en el cuello. Se decía que este perro ayudaba al infortunado a cruzar el río Chiconahuapan, que conformaba una de las etapas del Mictlan. Es por esto, que al morir una persona, se sacrificaba un perro rojizo, para que acompañara a su amo en su viaje al Mictlan. Tenía que ser rojizo, que si era blanco, éste se negaba a cruzar porque no quería ensuciarse, por su parte, si era negro, también se negaba porque no quería ensuciar el río. Al terminar su larga travesía, el difunto se presentaba delante de Mictlantecuhtli, donde le ofrecía diversas ofrendas y por último podía 

Tlalocan
De acuerdo a la mitología el Tlalocan era el lugar donde gobernaba Tlaloc. Allí vivían los, Tlaloque, los ayudantes de Tlaloc encargados de repartir la lluvia por la tierra en vasijas. En este lugar, las ánimas que accedían disfrutaban de una especie de paraíso terrenal, en donde no existía ninguna pena, había  abundancia de alimentos, rodeado siempre de hermosas flores. Sólo llegaban a este lugar aquellos que morían fulminados por un rayo, los que se ahogaban en el agua, y los leprosos, bubosos, sarnosos gotosos e hidrópicos. Se decía que aquellos que morían en esas condiciones, era debido a que los dioses los necesitaban para que vivieran en el Tlalocan y pudieran disfrutar de las bondades de ese lugar. 

Tonatiuh ichan: la casa del sol
La casa del sol se encontraba en el cielo, más especifico, en el cenit del sol, donde brilla con más resplendor, sin dejar ninguna sombra en la tierra. Los que allí llegaban eran los que morían "al filo de la obsidiana", es decir, todo aquel que moría en combate. También aquellos guerreros que eran capturados y posteriormente sacrificados. Así mismo, las mujeres que morían en parto accedían al Tonatiuh ichan, ya que eran consideradas como guerreras que caían en combate. Este lugar es descrito como un llano con diversos árboles en donde se encontraban todos los guerrero que habían muerto. Cuando salía el sol, estos guerreros empezaban a gritar y a aullar como si fueran a emprender una guerra. Después llevaban el sol desde el este hacia el cenit, en donde se lo entregaban a las mujeres muertas en parto, conocidas como Cihuateteo. Estas mujeres acompañaban al sol a su descenso hacia el oeste. Después de cuatro años, los que moraban en este lugar se convertían en hermosas aves como los colibríes, quienes sorbían el néctar de todas las flores de la tierra.

Cincalco

Al Cincalco iban  los niños que habían muerto a una tierna edad. En este lugar había todo tipo de árboles, flores y frutos, y los niños rondaban el lugar en forma de cenzontles (pequeñas aves), chupando las flores de los árboles. Los niños que habían muerto cuando todavía estaban mamando iban a un lugar específico dentro del Cincalco, llamado como Chichihualcuauhco "el lugar del árbol de los pechos". Allí se alimentaban del néctar que manaba del árbol. En este lugar regía Huemac, el último gobernante tolteca.